viernes, 29 de enero de 2010

Compositoras del Postromanticismo y Siglo XX

Emiliana de Zubeldía vio por primera vez la luz en una pintoresca aldea de montaña frente al valle de Guazálaz, provincia de Navarra, el día de San Nicolás en el año de 1888.

El repicar de las dos campanas de San Miguel, con un tono de intervalo sonoro entre ambas, se fue deslizando por debajo de la piel de Emiliana para aflorar años más tarde en la melodía de una de sus canciones.

Emiliana, una jovencita de apenas 15 años, partió a Madrid para solicitar exámenes a título de suficiencia del primero y cuarto grado de piano. Dos años más tarde, realizaría una operación semejante para examinarse de los grados quinto a octavo. El 26 de septiembre de 1906 ingresó finalmente al Conservatorio de Música y Declamación de Madrid, con ocho papeletas de examen que ostentaban indistintamente el predicado de “sobresaliente”. A sus 17 años, Emiliana estaba lista para vuelos de mayor altura.

El éxodo hacia París de los artistas españoles antecesores y contemporáneos de Emiliana empezó a atraer poderosamente su atención y ella se hallaba lista para ese gran salto. Viajó a París y se inscribió en el histórico edificio de la Schola Cantorum de esa importante urbe, bajo la dirección del connotado maestro fundador de la misma, Vincent d’Indy. Por la Schola desfilaron las más grandes figuras del mundo musical: Albert Roussel, Erik Satie, Isaac Albeniz, Deodato de Severac, Magnard, Vierne, Koechlin, Turina, Messiaen, Milhaud.

Emiliana, reconocía orgullosa, haber tenido los mejores maestros del mundo de esa época y humildemente decía: “Debo decirlo, yo les debo todo a ellos. Me tuvieron paciencia. Por supuesto que yo también era una caprichosa y amiga de hacer mis ideas, y me enseñaron a respetar las otras… y las respeto”.

En la Schola Cantorum completó su formación musical con el estudio del órgano, violín, el canto, la dirección coral y orquestal. El maestro Debussy, junto con las brumas sonoras de las imágenes, el mar, los nocturnos, rondas de primavera, el martirio de San Sebastián, abrió las compuertas de su espíritu curioso, inquisitivo, audaz.

El París que vivió Emiliana en los años veinte recogía ya los frutos del movimiento innovador de la primera década. Había muerto Debussy, pero Ravel y Stravinski continuaban produciendo conciertos, óperas y obras para los Ballets Rusos de Diaghilev, a los que se unió Emiliana como pianista de ensayos.
París fue realmente un torbellino hospitalario, que sin cuestionamiento alguno acogió a Emiliana y la lanzó por los caminos de Bélgica, Suiza, Alemania, Italia e Inglaterra.







María Teresa Prieto nació en Oviedo en 1896 en el seno de una familia interesada por la cultura; se formó en Asturias, Madrid y México donde residía su hermano y donde se refugió, en 1937, como consecuencia de la Guerra Civil. María Teresa no volverá nunca a su patria y morirá en el país americano en 1982. Sin embargo, su música siempre traslucirá el cariño y el recuerdo de su Asturias natal. Ejerció su trabajo creador con discreción y casi con timidez, a pesar de los cual sus obras fueron elogiadas e interpretadas por personajes como Erich Kleiber, Carlos Chávez, Ataúlfo Argenta, Manuel Ponce y el mismísimo Igor Stravinsky. Una de las figuras más importantes de la música española de la segunda mitad del siglo XX y quien esto firma es sólo producto de la casualidad y no de parentesco familiar alguno.

En términos generales podría decirse que la música de María Teresa Prieto suena familiar, aún sin haberla oído nunca, probablemente porque está construida empleando melodías, giros y modos muchas veces basados en el folclore de su tierra, claramente identificado o sólo sugerido.

Sus tres sinfonías, que siguen el esquema clásico, llevan un subtítulo. La primera, “Asturiana” (1942) es una verdadera carta de presentación, en la que se advierten ideas folclóricas muy estilizadas desarrolladas por medio de una gran orquestación. La segunda, "Sinfonía breve”, (1945) destaca por la sencillez de la inspiración y es la imagen sonora de paisajes añorados; María Teresa la llamaba su “sinfonía pastoral”. La tercera, "Sinfonía de la danza prima", (1951), se abre con un movimiento cortesano y solemne como corresponde a la antigua “danza prima” asturiana. Los otros dos resultan algo más que una evocación, casi un retrato de los ritmos y aires asturianos.

Impresión sinfónica, la primera obra sinfónica de la autora y con la que se abre este disco, data de 1940 y es música descriptiva de un paisaje bucólico, transparente e indefinido; requiere el concurso de un piano que se integra con la orquesta. Palo verde, de 1967, es una suite de ballet, formada por cinco tiempos de carácter danzarín, sencillo y directo. Los Cuadros de la naturaleza (1965-67) es un díptico descriptivo formado por dos movimientos: “Asturias” y “El valle de México”, en los que María Teresa emplea la técnica dodecafónica. También emplea la técnica serial en Tema variado y fuga, en estilo dodecafónico, página dedicada a su sobrino Juan Luis Prieto. Otro sobrino, el violonchelista Carlos Prieto, es el destinatario de Adagio y fuga, de 1948, que es una especie de concierto para violonchelo y orquesta en la que se puede apreciar la habilidad de la autora para la instrumentación.



Galina Ivánovna Ustvólskaya (1919-2006). Fue una compositora rusa de música clásica.Estudió desde 1937 hasta 1947 en la universidad asociada al Conservatorio de San Petersburgo. Seguidamente se hizo estudiante de posgrado y pasó a enseñar composición en la universidad. Su profesor de composición, Dmitri Shostakóvich, que rara vez felicitaba a sus estudiantes, dijo de ella: "Estoy convencido de que la música de Galina Ustvólskaya conseguirá renombre mundial, y será valorada por todos aquellos que perciben que la verdad en la música tiene importancia de primer orden."

En distintas ocasiones Shostakóvich la apoyó en la Unión de compositores soviéticos, en oposición a sus colegas. Le envió a ella algunos de sus trabajos propios y otros inacabados, dándole gran valor a los comentarios que ella hiciese. Algunas de estas piezas contienen incluso citas extraídas de las composiciones de su pupila; por ejemplo, empleó el segundo tema del Finale del trío de Clarinete de Ustvólskaya a lo largo de su 5to. Cuarteto de cuerdas y en su Suite Michelangelo n°9. La relación artística e íntimamente espiritual entre ambos ha sido comparada con aquella que sostuvieron Schoenberg y Webern.

Fue pupila de Shostakóvich entre 1939 y 1947, pero sin embargo retuvo muy poca influencia de su estilo a partir de los años cincuentas. Como modernista que era realizó pocas presentaciones públicas; hasta 1968 ninguna de sus obras, aparte de las piezas patrióticas escritas para uso oficial, había sido interpretada. Hasta la caída de la unión soviética, sólo la sonata para violín de 1952 ha sido tocada con cierta frecuencia, pero desde entonces su música se ha visto programada con cada vez mayor regularidad en repertorios de occidente.

Ustvólskaya desarrolló un estilo propio muy personal, del que dijo: "No hay el menor vínculo entre mi música y la de cualquier otro compositor, vivo o muerto". Entre las características de su estilo están: el uso de repetidos bloques de sonidos homofónicos, lo cual indujo al crítico danés Elmer Schönberger a apodarla "la dama con el martillo"; inusuales combinaciones de instrumentos (por ejemplo ocho contrabajos, piano y percusión para la Composición N°2); uso considerable de dinámicas extremas (como en su Sonata para piano N°6); empleo de grupos de instrumentos con el propósito de introducir clusters, y el uso de piano o percusión para desarmar rítmos inmutables regulares (todos los trabajos atribuidos a ella usan piano o percusión, y muchos ambos).

Su música no fue "vanguardista" en el sentido comúnmente aceptado de la palabra, y por esta razón no fue abiertamente censurada en la Unión Soviética. Sin embargo, fue acusada de no querer comunicarse y de "estrechez" y "obstinación". Es sólo en los últimos tiempos que sus críticos han comenzados a entender que estas supuestas definencias eran en realidad las cualidades distinguibles de su música. El compositor Boris Tishchenko ha comparado oportunamente la "estrechez" de su estilo, con la luz concentrada de un rayo láser capaz de perforar metal.

Sus trabajos de los años cuarenta y cincuenta suenan a veces como si hubieran sido compuestos hoy. Su idealismo específico era mantenido por una determinación casi fanática, esto debe interpretarse no sólo como un rasgo típicamente ruso, sino además, -en palabras de Dostoievsky- como un rasgo "San Peterburgués". Shostakovich escribió a Ustvólskaya: "No eres tú quién es influenciada por mí; más bien, soy yo quien soy influenciado por ti".

Todas las obras de Ustvólskaya son de gran envergadura, en la intención, sin importar cuánto duren o cuántos músicos se vean involucrados. Su música está basada grandemente en conceptos de tensión y densidad.

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